Bogotá, D.C., 25 de enero de 2014. Una enfermera de 35 años, educada en el SENA de Quibdó, es la protagonista de una experiencia ejemplar, al haber hecho parte de una misión que tenía por tarea controlar un brote de Tos Ferina en la comunidad indígena de Porrondó, en el Medio Atrato chocoano, lugar al cual tuvo que llegar luego de atravesar la selva, ser objeto de ataque de monos y, como si esto fuera poco, huir de serpientes y de la fuerza de los 10 ríos que tuvo que atravesar nadando para vacunar a los niños colombianos.
Su nombre: María Idalides Cuesta Mosquera. Su historia: tres días de camino por trochas inexpugnables con jornadas de 8 horas diarias, para conocer una comunidad compuesta por 120 indígenas que estaba siendo afectada por un brote de Tos Ferina”.
Detrás de su timidez y pocas palabras se encuentra el tesón de una enfermera chocoana con mucha verraquera. “Tuve que caminar más de siete horas diarias para llevar una vacuna. Nuestro compromiso es llegar hasta el último rincón del país, así sea por tan solo un niño, porque nuestra misión es salvar vidas”, cuenta.
Su hablar es pausado, porque los recuerdos quedaron impregnados en su mente y al evocarlos pareciese que estuviera viviendo lo mismo de nuevo. Un deja vu, dirían quienes utilizan los vocablos extraños para decir que esa experiencia ha sido vivida antes.
Al preguntarle si estaría dispuesta a repetir esta experiencia, no duda en responder tajantemente: “Sí claro, porque estamos para prevenir, porque por cada niño que vacunemos es una vida salvada y lo importante es ayudar a estas personas que tanto lo necesitan.
Bitácora de viaje
“El 6 de diciembre de 2013 estaba en Quibdó. Esta labor la programó la seño Sandra del Ministerio de Salud con la Organización Internacional para las Migraciones OIM”, recuerda y prosigue, cual bitácora marinera: “el 7 de diciembre, a las 7:35 de la mañana, arrancó la travesía con un médico, un auxiliar, dos vacunadores, un motorista y dos guías que los llevarían selva adentro”.
“A las cinco horas de camino llegamos a un rancho donde vivía un señor llamado Julio. Nos explicó que para llegar a Porrondó nos gastaríamos tres días de camino, a lo que el médico que nos acompañaba se regresó porque según él tenía un compromiso que cubrir con la Cruz Roja y no tenía la disponibilidad del tiempo. Entonces, continuamos las vacunadoras, el auxiliar y los dos guías”, asegura.
Cuesta Mosquera no sabía con qué se iba a encontrar en el camino y mucho menos cómo ella y sus compañeros de aventura iban a dormir en las dos noches antes de llegar a su destino. “Al segundo día de camino sufrimos el ataque de unos monos que empezaron a tirarnos palos desde los árboles. Tuvimos que correr durante 15 minutos para poder defendernos y cuando salimos de su zona quedamos más tranquilos”.
“Nosotros estábamos más asustados que los mismos micos”, dice esbozando una sonrisa.
Recuerda que no fue la única carrera que tuvieron que hacer para escapar de los animales que de improvisto aparecen en la selva. “Llegando a la comunidad de Bebarasito me cayó una serpiente encima y el susto fue muy grande. Corrí hasta el cansancio y menos mal que la culebra siguió su camino”.
La llegada de la noche
Esta enfermera chocoana vivió esas dos noches en la intemperie, muy ruidosa y tan oscura que no se podía identificar nada, al punto que ponía la mano enfrente y no podía percibirla. Se quedaron en los tambos que los indígenas tienen como descanso en el camino. Los tambos eran, en la civilización del imperio inca, lugares de albergue y descanso ubicados cada 30 kilómetros, equivalentes a la distancia recorrida durante una jornada a pie.
“Tuvimos dificultad en los tambos –dice- porque creíamos que el clima iba a ser cálido y fue todo lo contrario. Hacía mucho frío, no teníamos carpas y como era la primera vez que ingresábamos a esta zona, esa fue otra de las sorpresas que nos llevamos”.
“Sin embargo, era más fuerte el cansancio por las largas jornadas de camino que no le prestábamos atención a los ruidos. A las ocho de la noche parábamos y luego, al otro día, a las seis de la mañana iniciábamos de nuevo el camino”.
La comunidad
Luego de atravesar diez ríos y de caminar por tres días, el equipo envió al primer guía como avance para avisarle a la comunidad de los Emberá de Medio Atrato que se acercaba una brigada de vacunación.
“Nos estaban esperando con agrado porque ellos mismos fueron los que avisaron del brote de Tos Ferina. La última vez que habían recibido visita había sido seis años atrás, cuando llegó allá una misión proveniente de Antioquia”, contó.
“Nos estaban esperando en la escuela, les hablamos de la importancia de la lactancia exclusiva, les explicamos el esquema de vacunación e hicimos la vacunación de los niños”.
En Porrondó la gente vive en tambos despejados y las personas duermen en el piso. Esta comunidad no tiene agua potable ni energía.
El regreso hacia Quibdó fue acompañado por los Emberá pero con tan solo un susto. “Ellos nos prepararon unas embarcaciones que diseñan con un árbol especial que existe en el Chocó. Las balsas las llaman barrigonas y en ellas atravesamos el río Beberá; pero cuando íbamos en la mitad se volteó y tuvimos que esforzarnos para seguir navegando”.
María Cuesta es un ejemplo para los demás vacunadores del país, para superar los obstáculos que se presenten porque, en sus palabras, “hay que seguir adelante, no podemos echarnos para atrás porque este es un compromiso y tenemos que cumplir nuestra misión”.
Para tener en cuenta
* En el marco del convenio 363 de 2013 del Ministerio de Salud y Protección Social con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) se estableció en el capítulo III “…la aplicación de programas, planes y proyectos prioritarios para la prevención de enfermedades inmunoprevenibles y otras enfermedades transmisibles que beneficien a la población vulnerable”.
* Con corte a diciembre de 2013, en el departamento de Chocó se atendieron 3.264 familias y 3.634 niños menores de 6 años en cinco municipios, como Tadó, Alto Baudó, Bojayá, Medio Atrato y Quibdó. Se vacunaron 2.358 niños menores de seis años.
* En el municipio de Medio Atrato, hacia donde María Cuesta Mosquera vivió su travesía, se atendieron 108 familias, 161 niños menores de seis años atendidos y 153 menores de seis años vacunados, para completar el 95% de la población objeto a vacunar.
* El Municipio de Medio Atrato está localizado al occidente del departamento de Chocó; limita por el norte con Quibdó y con los municipios de Vigía del Fuerte y de Urrao en el departamento de Antioquia; de acuerdo con el DANE, tiene una población estimada de 27.602 habitantes, de los cuales el 13% son menores de seis años (3.669 personas).