- La campaña de inmunización tuvo lugar en el puerto de Buenaventura, durante la Feria de Servicio al Ciudadano.
Buenaventura, octubre 9 de 2012.- Paola Andrea Caicedo, una morena de 22 años, se levantó el sábado 6 de octubre con el firme propósito de hacer vacunar a Jhon Fredy Asprilla, su pequeño hijo de año y medio a quien no había vuelto a llevar al puesto de salud desde aquel día en que una vecina le aconsejó no hacerlo porque “las vacunadoras se acostaban con hombres y eso era malo para la salud de los niños”.
“No lleve a su niño allá, que esas mujeres lo matan porque están maldormidas”, le había dicho. Ella le hizo caso porque era la creencia generalizada que había allá en el “bajamar” del barrio Lleras de Buenaventura, uno de los más pobres de esta ciudad, donde Paola Andrea vive con Jhon Fredy y Emily Andrea, su otra hija de 4 años.
De eso hace cerca de un año; pero en los últimos días, una amiga le dio un “papel” en el cual decía que ese sábado en el Parque Central iban a vacunar gratis a niños y adultos y por eso decidió echarse a la cartera los $1.200 que le costaba el taxi y dirigirse al sitio señalado. Además, también podía aprovechar para, por fin, registrar a su hijo, pues en los anteriores ocho intentos no había podido hacerlo, ya que el papá del niño “nunca aparece”, pues trabaja cortando madera y “siempre encuentra una excusa para no ir”.
Luego de dejar a Emily Andrea donde la “agüela” llegó con Jhon Fredy al Parque Central, donde centenares de personas hacían fila para entrar a la Feria Nacional de Servicio al Ciudadano, aunque en realidad ella no sabía ni cómo se llamaba el evento, pues simplemente le habían dicho que allí podía vacunar a su hijo.
Las vacunas de vida
Por aquella advertencia de la vecina, Jhon Fredy sólo tenía dos vacunas, la antituberculosa y la primera dosis de Hepatitis B. Eso fue lo primero que detectaron las vacunadoras de la Secretaría de Salud de Buenaventura, que durante ese día inmunizaron no solo a él sino a cerca de 230 personas, entre niños, adultos y mujeres embarazadas y en edad fértil que fueron beneficiados con esta jornada de vacunación que llevó a cabo el Ministerio de Salud y Protección Social, con la colaboración de las autoridades locales.
En poco menos de 15 minutos Jhon Fredy recibió la vacuna contra el polio, la segunda dosis de Hepatitis B, la DPT, la Fiebre Amarilla, la Triple Viral y el Neumococo.
¿Y ahora que seguía? La talla y el peso. Aunque esta fue una tarea mucho más difícil, después de un jugo, un helado y mucho llanto, finalmente se pudo lograr. El resultado: normal de peso y talla, lo que Paula Andrea atribuye en parte al consumo de pescado que ella misma coge o los vecinos le regalan.
Aunque todavía faltaba el registro, Paola Andrea aseguró que fue un gran logro haber vacunado a su hijo.
“Gracias a Dios, hoy ya tiene sus vacunas; estoy contenta, todo fue muy bonito y lo atienden a uno muy bien; yo nunca había estado en este tipo de cosas, es la primera vez”, sostuvo esta joven mujer, mientras se dirigía a la carpa de la Registraduría donde una enorme fila ni siquiera la dejaba acercarse.
Entonces, un policía le dijo que en la sede local de esa entidad también estaban registrando y se fue para allá con la esperanza de lograrlo. Pero tampoco se pudo, porque había muchísima gente y además ya llevaba más de cuatro horas de recorrido y el cansancio empezaba a hacer de las suyas.
Adicionalmente, el padre del niño tampoco aparecía, a pesar de que ella le había dicho que si no llegaba “se quedaba por fuera”, es decir lo registraba sin su apellido, porque necesitaba hacerlo para acceder a Familias en Acción, las vacunas, crecimiento y desarrollo y otros programas del Estado. Después de todo, había que aprovechar que “todo era gratis”.
Entre el miedo a la violencia y al mar
Paula Andrea es la menor de 13 hijos y toda la vida ha vivido en el barrio Lleras en medio de temores, primero por culpa de los grupos armados que en alguna época hicieron presencia en esa zona y ahora porque el mar es una permanente amenaza para la vida de sus hijos.
Cuenta que alguna vez tuvo que salir de su barrio e irse a vivir durante una año donde una tía por amenazas de los violentos, pero que eso ya pasó porque ahora el Ejército está allí.
Sin embargo, el riesgo de que sus hijos se ahoguen cuando la marea llega hasta el “primer piso” de su casa construida sobre estacas (vivienda palafito) no la deja en paz.
“Allá se han ahogado muchos niños. Yo por eso no duermo tranquila, porque la marea en cualquier momento se sube, dos veces mis hijos han estado a punto de ahogarse”, explica Paola Andrea, a tiempo que acaricia su vientre donde lleva su tercer hijo de 5 meses de gestación, al que todavía no sabe qué nombre le va a poner.
Precisamente por ese miedo al mar fue que dejó a su hija Emily donde la “agüela” mientras ella se iba al Parque Central, donde estuvo casi cinco horas recibiendo orientación y servicios que ofrecieron las entidades del Estado. Ya era hora de irse, feliz por haber vacunado a su hijo y por el examen de crecimiento y desarrollo, pero triste porque una vez más se quedó sin registrar a Jhon Fredy. Tal vez, si aparece el padre, en la novena oportunidad lo logre.