Caucasia (Antioquia), 28 de octubre de 2022 – La mañana entró entre gris y soleada. Desde las siete, en la puerta principal del Liceo Concejo Municipal de Caucasia, Antioquia, comenzó la inscripción de los asistentes al Diálogo Regional Vinculante de la subregión del Bajo Cauca, amadrinado por la ministra de Salud y Protección Social, Carolina Corcho Mejía. A esa hora, la temperatura era tolerable. Los primeros en la fila, uniformados, eran los estudiantes de la institución educativa anfitriona que puso todos sus espacios a disposición de esta prueba de construcción democrática del desarrollo. Una consulta hecha desde las regiones, algo realmente histórico en una tierra llena de heridas, algunas aún sin sanar.
El registro comenzó de manera ágil y se extendió hasta las nueve de la mañana. 260 mesas en total permitieron organizar la asistencia en cinco ejes de consulta y reflexión, a saber: Ordenamiento Territorial, hacia la paz total; Seguridad humana y justicia social; Derecho humano a la alimentación; Transición energética y crecimiento verde y, finalmente, Convergencia social.
El proceso de inscripción y distribución garantizó la intervención de los asistentes, un poco más de 2.000, quienes tras los himnos de Colombia, Antioquia y Caucasia, al promediar las 10 de la mañana, intervinieron en una práctica que lleva la dedicación y milimetría en cada detalle de los equipos de trabajo que hacen posible su realización. Hombres y mujeres vinculados a la región desde su trabajo y comprometidos en esta iniciativa de transformación desde el Departamento Nacional de Planeación, el Ministerio de Salud y Protección Social, la Gobernación de Antioquia y, por supuesto, la Alcaldía Municipal de Caucasia que, literalmente, botó la casa por la ventana.
Una Colombia posible
El éxito de la jornada, en muchos sentidos, guarda relación con la capacidad de escuchar, ser sensible al otro, así como el ánimo de hacer visible y expresar las necesidades, pero sobre todo, abrir espacios para incluir, para generar lugares de encuentro entre distintos y para compartir con un solo propósito: la idea de una Colombia posible. Al margen de las discusiones, la conciencia de una comunidad inteligente, sabia y capaz. La amabilidad a flor de piel y el servicio como prueba de la capacidad de trabajo.
Cintas de cinco colores fueron puestas en las muñecas de los asistentes. Uno a uno, se agolparon en el lugar de la plenaria y luego, de manera ordenada, como expectantes, comenzaron a desocupar el polideportivo de la institución educativa para trasladarse a cada uno de los salones que albergaron los cinco grupos de trabajo.
Amarillo, azul, rojo, verde y gris correspondían a los colores de las cintas a través de las cuales se organizó la distribución de los asistentes en cada uno de los ejes temáticos. Tras la instalación, un signo, quizás un símbolo que rompió el protocolo. La concurrencia celebró lo realizado, único hasta ahora, por el grupo de 22 adolescentes al llegar, por primera vez, a la final de un mundial de fútbol FIFA, tremendo ejemplo en un país hecho por hombres y anidado por mujeres. Un grito: ¡Felicitaciones, Selección Colombia!
Pasado el mediodía el calor fue más abrasivo. Distribuidos en los grupos de trabajo, la temperatura de los diálogos alcanzó los 31,7º, en una tierra de pescadores situada a 80 m.s.n.m. La humedad relativa del 63 % hizo fruncir más de un ceño. Con todo, el tono lo puso el grupo de jóvenes, herederos de una tierra reconocida por sus largas y valientes luchas, en defensa de la paz y el derecho a vivir con dignidad. Ese fue el ánimo.
La convicción de un grupo animado por la construcción de un Plan Nacional de Desarrollo, más estratégico, más concebido como carta de navegación por la vida, la paz y la justicia. En una palabra, un país habilitado para la esperanza. La plenaria, cercana al cierre, permitió la sorpresa por la riqueza de la participación y los aportes de las comunidades. La sabiduría estratégica que emana de la región fue claramente expuesta en las intervenciones.
Tierra de vocaciones
Vino el anuncio de que las relatorías quedarán en manos de Planeación Nacional para mirar los grandes consensos comunitarios, los grandes planes requeridos por la comunidad y, desde luego, su articulación con los consensos de las otras regiones del país. Entender, primero, la vocación minera del territorio y regular su legalización.
Minería desprovista de estigmatización, minería tradicional y artesanal. Y en adelanto, el anuncio de que el Ministerio de Minas y Energía está trabajando en un Código de Minas, que permita el reconocimiento y la regularización.
El segundo elemento para este territorio es el problema de la tierra y la definición de su tenencia. Consideración hecha en el programa del presidente Petro en términos de lo que se denomina reforma rural integral, con la compra de tierras y, por supuesto, la identificación de la tenencia de la tierra.
Desde luego, en esa reforma rural integral las comunidades identifican la necesidad de vías que interconecten y comuniquen los municipios y sus veredas, porque de su mano se encuentra el desarrollo de la región. Y, cómo no, su vocación productiva. Si bien hay una vocación minera, a las claras debe armonizarse con la sostenibilidad medioambiental, aporte articulado al de la salud.
Enseguida, cómo lo dicho se integra a la justicia económica y la justicia social, y la necesidad de desarrollar mejor la vocación productiva del Bajo Cauca, en donde encaja la pesca, que es un elemento fundamental de la comunidad ribereña, pero también cómo se desarrolla la agricultura y otras formas que generen el empleo y el trabajo, concertar alternativas posibles para la agroindustria propia del territorio que permita generar empleo.
Y, a medida que el clima se hizo propicio para hablar y expresar abiertamente, surgió el tema de las víctimas y la recuperación. Una región con territorios cuyos planes de desarrollo tienen enfoque territorial, donde el estado colombiano tiene que cumplir los compromisos del acuerdo de paz en términos de dotación, infraestructura y protección de los derechos de las víctimas.
Lección aprendida
Hubo también espacio para las organizaciones de personas con discapacidad, reclamando traducción en lengua de señas para quienes tienen limitaciones auditivas o discapacidad de audición. Lección aprendida, para que en adelante los diálogos regionales cuenten con el derecho a la información que tiene la población con situación de discapacidad.
Se habló del agua y de soluciones de potabilización, de acueductos y alcantarillados, pero también de la necesidad de canalizar el río en el Bajo Cauca. Otro de los planteamientos centrales fue el de la paz asociado al concepto de seguridad humana: oportunidades para los jóvenes y para sacar el territorio de la conflictividad y la violencia.
Llegado el momento, la salud clamó por especializar y dotar los hospitales para que la ciudadanía y la comunidad sea atendida en la región, para que una intervención no exija traslados a ciudades como Medellín, y los pacientes accedan a servicios de alto nivel de complejidad en el territorio.
En cuanto a educación, la urgencia de fortalecer la educación superior para que los y las jóvenes tengan oportunidades de hacer un salto social en este país, desde la región. Y una conclusión desde el terreno: ni en la mejor oficina de Bogotá ni en el mejor panel de expertos de Medellín, sale la riqueza y la claridad que emergieron de estas mesas y de lo que requiere este territorio.
Al final, más que una promesa, una invitación: la presentación del "Programa de salud preventiva y predictiva, y atención primaria", en Aracataca (Magdalena), el 3 de noviembre, en una tierra que se proyecta a cien años, y más, de esperanza, paz y buena vida, parafraseando a quien con música también alimenta el alma.