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Ministerio de Salud y Protección Social

Rezagos en la memoria psicosocial del Cauca

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 Rezagos en la memoria psicosocial del Cauca

Ministerio de Salud y Protección Social > Rezagos en la memoria psicosocial del Cauca
08/02/2013
 
Boletín de Prensa No 034 de 2013

 

 

 
 Crédito Foto: Grupo Zonal de ISEP- Cauca
 
 
- Ponerse en los zapatos del otro no es más que estar enfrente al espejo de una realidad que nos invita siempre a dar más.
 
Bogotá, D.C., 8 de febrero de 2013.- Luego de muchos años, se encontraba frente a frente contando su cruda realidad: había sido secuestrada; su verdugo la había obligado a vivir con él, la violó y, de esa obligada relación, nacieron dos hijos. Estaba en una casa que - más bien- parecía una cárcel sin barrotes, porque la habían amenazado si huía de aquel lugar, en la frontera entre los departamentos de Nariño y Cauca.
 
No recuerda bien si fueron 4, 5 o 6 los años en que vivió ese drama, hasta que un día tomó fuerzas de donde no tenía y decidió salirse de esa encrucijada.
“Hay momentos en que los espacios para generar confianza llevan su propio ritmo y la versión libre surge hasta donde ellos quieren contarnos”, relata Cesar Castro, promotor local en el Cauca del Proyecto ISEP, a propósito de las experiencias con las que se ha encontrado cuando presta apoyo psicosocial a víctimas del conflicto armado en Colombia, especialmente en este departamento de la región pacífica.
 
Como pudo, esta mujer rompió puertas, saltó muros y corrió, arraigándose a lo único que tenía en ese instante: su libertad. Sin embargo, la persecución, las amenazas y dejar atrás a sus hijos era una cruz que no estaba dispuesta a cargar por mucho tiempo. Llegó a Popayán y allí planeó el retorno al sur del Cauca para, de manera subrepticia, recuperar a sus hijos y así tratar de borrar de su memoria ese pasaje que aún le causa pavor, cada vez que lo cuenta.
 
No obstante, asegura que cuando narra su vivencia, las palabras se convierten en el bálsamo del perdón para aliviar ese dolor. Dice que no emprenderá acciones legales contra su verdugo. “Ya perdoné a esa persona”, manifiesta, pese a que el rescate de sus hijos dejo la incesante estela de amenazas que todavía hoy ronda su vida.
 
Castro dice que ella tuvo que llegar a una población donde no conocía a nadie, le tocó comenzar a construir una nueva historia, idear estrategias de rescate y sufrir la pérdida de uno de sus hijos a manos de un grupo al margen de la ley. “Es una de las personas que manifiesta mayor alegría y mayor esperanza en el proceso de inclusión social con enfoque diferencial. Es un caso ejemplar, porque además superó un cáncer, suerte que no corrió su hermana, quien sí falleció a causa de esta enfermedad”.

Cauca, ¿una bomba de tiempo?
 
La diversidad poblacional del departamento del Cauca –dice este promotor- muestra una composición interesante, compuesta por afrocolombianos (Puerto Tejada, Villa Rica y otros cinco municipios); indígenas (en Toribio 96% de sus habitantes son aborígenes); en Caloto, Corinto y Santander de Quilichao confluyen los afro, indígenas y mestizos. Entre tanto, en Popayán, la capital, existen otros procesos de inclusión social de desplazamiento y víctimas de minas anti persona, por lo que las características de la intervención en cada una de esas poblaciones necesariamente son diferentes.
 
En Villa Rica, Puerto Tejada y Caloto el grupo zonal trabaja con jóvenes y mujeres en  actividades artísticas y estéticas. En Popayán y Santander de Quilichao la tendencia es a organizarse en grupos frente al tema del desplazamiento, mientras que el trabajo con los afrocolombianos se hace a través de los Consejos Comunitarios.
 
La existencia del conflicto armado en el Cauca se remonta a mediados del siglo anterior. Cesar Castro sostiene que no se puede obviar el hecho que en el departamento se han generado unas formas de coexistencia entre organizaciones al margen de la ley y las comunidades. “No es porque las comunidades sean proclives a esos grupos, pero miembros de sus comunidades sí se han integrado y eso teje unos lazos inevitables”.
 
Aclara que las comunidades indígenas rechazan tajantemente esa vinculación y emprenden entonces actividades para evitar el reclutamiento, por una parte; y por otra, para rescatar algunos integrantes de la comunidad, para aplicarles la ley indígena.
 
La paradoja de Cesar Castro es que huía de trabajar fuera de la ciudad y en entidades estatales y terminó laborando en el campo y con el Estado sobre conflicto. “Aún no entiendo esa actitud mía frente al Estado. Yo al campo no iba ni a pasear y terminé buscando una respuesta a esa actitud. Hoy la estoy construyendo, porque lo que más me ha marcado en todo este proceso de inclusión social es sentir y descubrir que tengo elementos para dar y me veo en la necesidad permanente de buscar más cosas para aportar al proceso y sentirme útil”.
 
Reflexión pastoral
 
Otro de los actores de impacto en este proceso de inclusión es monseñor Héctor Fabio Henao, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social. El prelado es directo al señalar lo complejo del proceso para restaurar la dignidad de las personas y sus condiciones, las cuales se perdieron a lo largo de procesos de violencia que han vivido.
“El paradigma es la construcción de un gran modelo de intervención integral, con componente psicosocial a lo que es irreparable. Hay cosas que se pueden reparar; pero hay irreparables que tienen que ver con la vida, con situaciones profundas y lo que queda es avanzar para garantizar la participación activa de las personas y sus necesidades dentro de la sociedad, que están insertados”, destacó.
La voz del clérigo, algo pausada, señala que la elaboración de un duelo, el componente de inclusión y los proyectos de vida son espacios que desde hace cinco años realiza en compañía de la Oficina de Promoción Social del Ministerio de Salud y Protección Social.
 
Casos sin número
 
“Él decía que ser víctima de una mina antipersonas, en lugar de sumirlo en una depresión se convirtió en una oportunidad de vida”, recuerda Castro de otro de los innumerables casos que se dan en el país, especialmente en territorio caucano.
Su existencia, antes del accidente, era la típica de un campesino joven, dedicado a las labores agrícolas, mujeriego, y toma trago; hasta que llegó el día en que sus manos se vieron afectadas por una mina. “La explosión me impulsó a construirme de nuevo, a descubrir que yo era capaz de salir delante de esta situación”, dice el afectado.
 
Hoy Juan Diego –nombre ficticio porque quiere proteger su identidad- es el líder de un grupo de música tropical, terminó estudios de bachillerato y hace poco finalizó estudios técnicos.
 
Los expertos llaman a este sentido de vida como resiliencia, que es la capacidad de un individuo para sobreponerse a dolores emocionales y traumas para volver a surgir. Diana Perdigón, especialista psicosocial, da cuenta que el acompañamiento de los equipos zonales busca darle un nuevo significado a esas realidades que atraviesan las personas, para darle un sentido diferente a la condición que tienen.
 
Pero no siempre todo resulta homogéneo en los grupos donde cada quien va a contar, a su medida, esos episodios indelebles en el ser. Una de las personas de la Asociación de Víctimas de Minas tiene una carga emocional muy alta, la culpa la persigue por haberle dicho a su hermana “andá, movéte, hacé algo”.
 
Ella siente una gran culpa por el accidente de la hermana, porque le hizo viajar y durante la travesía sufrió el accidente con la mina. Esta mujer asiste a las mesas de ayuda psicosocial en representación de la víctima y relató cómo le tocó ir a recogerla ; cómo, en medio de una zona campesina aislada, fue complejo buscar ayuda, regresar y llevarla a caballo para que fuera atendida. “Sentimos que vamos avanzando en ese proceso”, analiza César. Sin embargo, las personas que han sufrido accidentes de minas todavía sienten una gran vergüenza por lo que empiezan a desarrollar habilidades para disimular su discapacidad.
 
Estas historias, un poco macondianas, narran día tras día la labor que desarrolla el Ministerio de Salud y Protección Social, el Secretariado Nacional de Pastoral Social y los equipos zonales de Inclusión Social con Enfoque Psicosocial de todo el país, labor con un enfoque de reparación, de inclusión y de recuperación de un tejido social con filigrana, que no tiene otro sentido diferente al de dar la mano y tender lazos y puentes para alcanzar la Prosperidad para Todos.

 
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