Audio de María Alejandra Cabrera, enfermera de UCI.
Bogotá D.C., 15 de mayo de 2021. – La realidad que se vive día a día en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) es demoledora. Ver adultos y jóvenes morir por cuenta del virus es lo que más la ha marcado. "Nadie está exento de llegar a una UCI", dice antes de recibir el turno.
Es María Alejandra Cabrera, de 36 años, 15 de ellos dedicada a su profesión: enfermería. Una labor que le permite sanar, pero que también la desborda cuando, pese a todos los esfuerzos que se hacen, no alcanzan el objetivo de su profesión, salvar la vida del paciente.
"A veces es frustrante que todo el esfuerzo que se hace para sacar un paciente se viene abajo porque es un virus muy agresivo, muy letal, que depende de la respuesta inmunológica de cada persona", comenta Cabrera, mientras reseña que si bien la gran mayoría de casos pueden ser tratados en casa o con hospitalización básica, hay casos muy graves que impactan.
No es para menos, en el país, hasta ayer se confirmaron 3.084.460 contagios y 80.250 decesos provocados por el virus, según los reportes del Instituto Nacional de Salud (INS).
"Al principio de la pandemia veíamos mayores de 80 años con más frecuencia, pero ahora están llegando pacientes más jóvenes en condiciones muy complejas. Pareciera que el virus se ha vuelto más agresivo con la población", resalta María Alejandra.
Trabajo multidisciplinar
Ella, antes de continuar su relato, no se olvida de que en la labor de atender al paciente crítico no solo aparecen los médicos, intensivistas y demás profesionales de la salud, sino que detrás hay otras personas que están al tanto de la logística y de que todo funcione bien en el hospital, como las personas de la cocina, seguridad o aseo o los administrativos, por nombrar a algunos.
Ella trabaja en la UCI covid del Hospital San Ignacio en Bogotá, a donde llegó hace cinco años, proveniente de Neiva (Huila) y repite que una "UCI es una puerta abierta" para cualquiera. Su mensaje, menciona, no se enfoca en generar alarmas o plantear catástrofes entre la vida y la muerte, sino que es una realidad, un llamado a prevenir y a cumplir con reglas básicas y sencillas de alcanzar, como usar un tapabocas, evitar una aglomeración y lavar las manos con frecuencia.
Lo plantea, especialmente, porque estos 14 meses le permiten decir, con conocimiento de causa, que algunos, quizás los más jóvenes, creyeron que el virus "simplemente era una gripita" y no acataron medidas básicas, como el tapabocas.
Ahora, su experiencia al frente de una UCI covid todos los días durante el último año le permite vaticinar que hasta el momento "no hemos pasado lo más duro", al recordar que si bien en los primeros picos hubo complejidades en ningún momento se quedaron sin camas, lo que, con los datos de ahora, parece estar a la vuelta de la esquina. De acuerdo con el Ministerio de Salud, la ocupación de UCI en la capital se ha mantenido entre el 92 % y el 94 %.
"A partir de los próximos días tendremos un panorama más complejo", insiste María Alejandra, al reconocer que si bien los administrativos de todas las instituciones de salud hacen lo posible por aumentar las capacidades de infraestructura para ampliar sus camas, este no es un asunto que solo pase por tener una cama donde acostar al paciente y un ventilador.
"Esto es una serie de equipos biomédicos y de recurso humano para poder atender a un paciente covid que llega con una descompensación multisistémica", menciona la enfermera.
Tampoco es el único problema en el horizonte. Si bien la vacunación del personal médico avanzó favorablemente, el agotamiento físico y mental también pasa factura y lleva a generar incapacidades por situaciones "como una lumbalgia o una infección urinaria".
Otro factor que prima en la atención del paciente es la humanidad y garantizar un trato humano, tanto para quien llega a la UCI, como para sus familiares, que quedan con el dolor y la incertidumbre de dejar a su familiar solo, aislado y ante la incertidumbre de si volverá a salir, pues ese es el mayor temor al que se enfrentan cuando les dicen que deben ser intubados para tratarlos.
"Abordar a la familia es difícil, porque se tiene que aislar y es complejo de entender que esté lejos de los seres queridos", menciona María Alejandra, quien recuerda que se han creado canales para mantener al tanto a la familia, como que el médico especialista les dé un reporte diario del estado de salud del paciente y la implementación de videollamadas para que el paciente escuche, así sea por unos pocos minutos, la voz de sus familiares que lo esperan en casa.
"En el San Ignacio la parte humana es un valor fundamental que todos hemos interiorizado y así lo ponemos en práctica con los pacientes", expresa la enfermera.
Un llamado
Ahora se apega a su religiosidad y dice que lo único que espera es que "esta situación social en la que estamos no vaya a tener una repercusión con una aceleración inmanejable del virus", porque, como lo relata, "hasta el momento hemos podido responder, pero no sabemos si la situación del covid sobrepase las capacidades".
Además, les pide a los colombianos que se apropien de medidas tan básicas como el tapabocas que cubra nariz y boca, lavar su manos y evitar aglomeraciones que puedan llevar a un aumento del riesgo de contagio que, como ya lo mencionó, se podría convertir en una realidad que nadie quisiera vivir y es que no se tenga la capacidad de atención y reacción para recibir a los pacientes que lleguen a necesitar los servicios médicos en una UCI.
Ahora vive con su madre en Bogotá, quien se trasladó a la ciudad luego de quedar viuda y es el soporte que le permite sacar, en ocasiones, energías de donde no las hay, para levantarse y tomar rumbo al hospital.
En últimas, la fuerza de su madre la empuja, pero su convicción y vocación de trabajar por los pacientes le ha permitido soportar los últimos 14 meses de trabajo, a veces sin el descanso necesario.